RESUMEN
Acerca de la estructura perversa
El campo de las perversiones aparece como excesivamente vasto y variado en lo fenoménico; el uso de la palabra perversión se ha vuelto demasiado laxo en psicoanálisis; al mismo tiempo, los enfoques teóricos para encarar este campo se han multiplicado. Se plantea el problema de saber si existe algo, dentro de esta multiplicidad, que podamos llamar estructura perversa.
Al oponer la «perversión verdadera» a las manifestaciones perversas episódicas de pacientes neuróticos o psicóticos, se muestran grandes constantes que configuran la estructura perversa: la relación específica del acting perverso con las angustias confusionales y más precisamente con el intento de ritualización de una fantasía confusa de la escena primaria (M. Klein); el desafío al padre y la profanación de la madre; las identificaciones bisexuales y confusas; el juego con la idea del incesto y la desmentida de la castración; la predominancia de elementos narcisistas.
Los autores recalcan la existencia de un «discurso perverso» mediante el cual la estructura perversa se expresa en el diálogo analítico, y que se caracteriza por las distintas formas de la mentira, desde el juego de la mala fe hasta la mentira cínica.
Desarrollan la hipótesis de que la estructura perversa no se puede enfocar tan sólo desde el ángulo del fetichismo (donde predominan angustia de castración y desmentida) ni desde el narcisismo como perversión manifiesta, ni desde el sadismo, sino que requiere la articulación de estos tres factores determinantes, articulación variable ella misma según las diversas formas de la perversión, desde el extremo del fetichismo hasta el del gran sadismo o de la necrofilia.
Subrayamos en la génesis de la perversión el papel de una familia «corruptora». Lo más frecuente es que sea la madre quien desempeñe el papel corruptor, pero también pueden desempeñarlo el padre o ambos padres. En esas familias reina un alto grado de ambigüedad acerca de la formulación y del cumplimiento de la ley paterna.
De todos modos, la «perversión verdadera» no parece ser una opción estructurada por el sujeto en el intento de evitar la desintegración psicótica y de lidiar con la pulsión de muerte.