RESEÑA
Clínica psicoanalítica en adolescentes. Sus vicisitudes
ALICIA MONSERRAT Y MANUELA UTRILLA (Comps)
APM-Biblioteca Nueva, Madrid, 2013
A vueltas con la adolescencia. Etapa crucial en el proceso de desarrollo y crecimiento del ser humano. Si todas las fases de la vida son importantes, esta adquiere especial relevancia dada la función bisagra que tiene para que pueda abrirse la puerta que da acceso a la vida adulta, al encuentro con el objeto sexual y al asentamiento de la identidad. Múltiples son los enfoques desde los que ajustar la lente con la que observar el mundo adolescente. En este libro son cuatro los autores que nos aportan, cada uno, su acercamiento al universo adolescente. Cada uno lleva a cabo su particular reflexión. Entre los cuatro configuran una panorámica que permite comprender en profundidad qué le pasa, qué siente, cómo se sitúa frente al mundo… un adolescente, y cabe incluso decir que un adolescente del siglo XXI. Empecemos por lo más inmediato: el cuerpo. María Hernández, en el artículo que lleva por título: «El cuerpo adolescente», presenta al adolescente sumido en los conflictos que le plantea relacionarse con, y habitar en (que diría Diatkine) el nuevo cuerpo, ahora sexuado y genitalizado y que, además, tiene que poder simbolizar, para a su vez poder enfrentar la separación y el duelo. La autora revisa y recuerda la importancia que tiene cuál haya sido la calidad de la relación con el objeto originario y cómo la función libidinal de la madre ha intervenido en la constitución primera de un yo corporal. Llegado el niño a la pubertad, son las demandas pulsionales las que, en su búsqueda de nuevos objetos de investidura, van a modificar la relación del adolescente con su propio cuerpo. El cuerpo silencioso de la infancia y la latencia es ahora un cuerpo que expresa a gritos sus nuevas necesidades y deseos. La consistencia del yo se pone a prueba mediante su capacidad de contención, para-excitación, ligadura e intrincación de lo pulsional. El cuerpo, entre la permanencia (lo infantil ilusorio) y el cambio (brusquedad de lo nuevo). El adolescente tiene que vérselas con una fuerza interior ajena y extraña, que presiona y violenta. Es el momento de preguntarse ¿quién soy? frente a posibles sentimientos de despersonalización. El nuevo cuerpo adolescente tiene que dejar atrás (y hacer el correspondiente duelo) al cuerpo infantil, y a la separación con la madre.