RESUMEN
El autor plantea que el trabajo exigido por el empuje pulsional a lo psíquico consiste en someterlo a la regulación del placer al articularlo en un sistema de representaciones. La representación inconsciente de objeto, que resulta de la represión originaria, es el punto de fijación del deseo, que orienta a la corriente pulsional al darle una meta y un objeto.
Añade que la representación implica la pérdida del objeto en cuanto real, que tratará de ser reencontrado tanto por el deseo, a través de incesantes representaciones del objeto perdido, como por la pulsión de muerte, que apunta a la cosa (das Ding) y al goce absoluto más allá de toda mediación de lo imaginario y lo simbólico.
Se plantea, asimismo, si en 1920 Freud introdujo un nuevo tipo de pulsiones, opuestas a las sexuales, o si lo que hizo fue describir el aspecto más radical de la pulsión sexual.
Finalmente, considera que la compulsión a la repetición no es atribuible, en todas sus manifestaciones, a la pulsión de muerte, y discrimina la repetición de los signos, que posibilita la rememoración, de la compulsión repetitiva dominada por la pulsión de muerte, que hace pensar en la insistencia de la energía inarticulada del ello más que en los automatismos inconscientes.
Palabras clave: Pulsión de muerte, Principio de placer, Representación, Cosa, Deseo, Compulsión a la repetición